Las madres están bastante estresadas en general
La encuesta se llevó a cabo con 7.164 madres de EE.UU. con diferente número de hijos y a todas se les preguntó cuál era su nivel de estrés en el momento de contestar la encuesta, puntuando del 1 al 10, siendo el 10 un punto en el que estuvieran completamente desbordadas. La puntuación media de todas las participantes fue de 8,5, de lo que se deriva que la mayoría de madres tienen un nivel de estrés muy elevado.
¿La razón? Bien, deberíamos decir las razones: económicas, la dificultad para conciliar la vida familiar y laboral, las dificultades en el hogar, que en muchas ocasiones tienen un marido que parece más otro hijo que una pareja responsable y, sobre todas ellas, la presión que las propias madres se ponen sobre sí mismas para ser lo más «perfectas» posible y evitar el juicio de otras madres.
Desglosando un poco estos datos resultó que el 46% consideró que los maridos causaban más estrés que los hijos; un 72% dijo que le estresaba la presión sobre sí mismas; al preguntarles sobre cuál era el factor que más estrés les provocaba el 60% dijo que era la falta de tiempo para hacerlo todo; y otro 60% dijo que era más estresante educar niñas que educar niños (esto me parece sumamente curioso).
¿Y cuántos hijos hay que tener para estar menos estresado?
Según la encuesta, desde que se tiene el primer hijo el estrés va en aumento hasta que se tiene al tercero, que es cuando se llega al punto más álgido, al momento de mayor estrés. Tres son suficientes como para saberte capaz de dedicarles tiempo, pero demasiados como para hacerlo todo bien con ellos, y no da tiempo para todo, tienes la sensación de que desapareces como persona y que lo único que haces durante todo el día es ir tapando agujeros para el barco no se hunda. ¡Y a veces sientes que los demás no se dan cuenta de esos agujeros!
Sin embargo, una vez se llega al cuarto el estrés empieza a disminuir por una razón muy simple: por supervivencia, los padres se dan cuenta de que es absurdo seguir tratando de tenerlo todo bajo control y dejan que el agua del barco entre y moje los pies de sus hijos… en ese punto los niños dicen «¡Entra agua!», y se enteran así que tienen que hacer algo más de lo que hacen para no hundirse.
Vamos, que a partir de los cuatro la experiencia de los padres es tal que se sienten más seguros en sus decisiones, tienen muy claro que no hace falta estar controlando cuándo y cuánto come o deja de comer el bebé, o cuándo hace caca, o incluso qué día le toca médico, que si se pasa el día ya irán otro. Se dan cuenta que no pasa nada si los niños llevan los deberes al colegio con algún fallo en alguna división, que no hace falta que los almuerzos de los niños sean dignos de fotografiar y que si la manualidad que han hecho es horrorosa en comparación a las que hacen los otros niños, no se acaba el mundo.
Los niños se hacen mucho más autónomos a la fuerza, juegan mucho entre ellos, se convierten en un imán para otros niños (solo que llegue uno a jugar ya son cinco y eso da mucho juego) y los padres, como digo, aunque estresados, se dan cuenta de que la vida puede seguir, por supervivencia, sin que ellos lo tengan todo completamente controlado.
Pero esto, claro depende también mucho de la manera de ser de cada pareja y de cada familia.
Fuente: Bebeymas.com